Surgió de
entre el público, quedándose a un metro escaso de la primera fila. 'Salgamos al frio de la noche' comenzó
cantar el hombre del triste semblante, el trovador de mil palabras en desuso: ditirambos, gallardetes o abrojos. Dice
mi buen amigo el batería Dani Piedra
que Manolo García, en su persecución
del verso, descuadra tanto los compases que desorienta a sus músicos.
Comenzaba mi
vida laboral cuando una antigua compañerame recomendó un disco de curioso
título: "Cuando la pobreza entra por
la puerta, el amor salta por la ventana", de una banda con nombre
perdedor: ‘El último de la fila’. Los
dos jóvenesde la portada iban a convertirse en leyendas y, aunque destacaba la
chulesca actitud de Portet
cigarrillo colgandode su boca, me llamó más a atención la abatidae
intensa mirada de su compañero, un joven Manolo que no dista demasiado
del enérgico músico que saltó al escenario del Auditorio de Roquetas de Mar hace unos días. Treinta y tres
años han pasado y juntos llenaron durante más de una década un espacio musical
hasta ese momento poco transitado, mezclando aires arábigo-andaluces con
sonidos experimentales y contundencia casi punk. Dicen que, entre otras cosas, la
banda murió por un asunto que sigue candente: Al guitarrista le
incomodaba el castellano y el vocalista no se veía cantando en
catalán.
Manolo tuvo que enfrentarse ese abismo denominado ‘carrera en solitario’, ysin renunciar a
su estiloaunque dejando claro que su vena era más poética que roquera, se
echó ‘Arena en los bolsillos’ yfacturó
uno de los mejores trabajos del siglo XX.
La primera vez que lo vitambién fue en Roquetas yrecuerdo un concierto contundente y divertido. Manolo es un animal de directo y de nuevo he podido comprobarlo.
La primera vez que lo vitambién fue en Roquetas yrecuerdo un concierto contundente y divertido. Manolo es un animal de directo y de nuevo he podido comprobarlo.
Cuando subió al escenario ya con la banda completa arropándole parecía
llevar cantando un buen rato. Su actitud es la de un artista que disfruta y se
entrega, que parece traer la camiseta ya sudada desde el camerino. A sus
sesenta y dos años su voz suena tan afinada como potente y la forma física le
acompaña. Sin abandonar su gestualidad característica, no se detiene un segundo,
anda entre las butacas, tocando y dejándose tocar por su público. Posee repertorio
más que suficiente como para no tener que tirar del de su antigua banda, así
que inició un repaso exhaustivo y equitativo de sus siete trabajos, con
especial atención, lógicamente, a su nueva criatura, "Geometría del rayo", un disco grabado entre Gerona y
Nueva York, y con un plantel de músicos - con mayoría femenina - que
impresiona.
"Fragua de los cuatro
vientos" fue la iniciadora del set eléctrico, ya con toda suexcelente banda,
formada por Ricardo Marín y Víctor Iniesta en las guitarras, el
bajista Iñigo Goldaracena, Juan Carlos García en los teclados, el
batería Carlos Sarda, los coros de Mone Teruel y, dando el necesario toque
oriental, la violinista Olvido Lanza.
Nuevas también eran las contundentes "Humo de abrojos" y "La
punta de mis viejas botas", demostrando ser capaz de facturar rock
potente. Igualmentelas delicias acústicas “En
tu voz” o “Nunca es tarde”, las
pegadizas “Ardieron los fuegos” y “Océano azul”, o la bonita colaboración
de su hermana Carmen en “Ruedo, Rodaré”.
Pero, lógicamente, la emoción subió hasta límites insospechados cuando se
arrancó con sus clásicos, encabezado por ese “A San Fernando…” de guitarras afiladas, la igualmente potente “Si te vienes conmigo” o una de mis
debilidades, “Prefiero el trapecio”.
Como colofón parecía despedirse consu himno “Pájaros de barro”, pero un inesperado rayo sugirió “La bamba” como ultima tonada.
Saliendo del recinto pensé que si en ese momento pedían voluntarios para comenzar otro concierto, Manolo se colocaría el primero de la fila.
Saliendo del recinto pensé que si en ese momento pedían voluntarios para comenzar otro concierto, Manolo se colocaría el primero de la fila.
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