martes, 26 de febrero de 2019

Elemental, querido Denny

El mundo literario está plagado de brillantes personajes a cuyo lado aparece ese compañero de fatigas relegado a un segundo plano, como  el sufrido Watson de Holmes, ese incesante cofre de refranes llamado Sancho que seguía a Don Quijote, o incluso el abnegado Pablo Mármol aguantando al insoportable Pedro Picapiedra.
En todos hemos de reconocer que el actor principal se llevaba el gato al agua, con mayor o menor mérito, pero también que el gregario que seguía su estela ayudaba bastante a que su ilustre compañero destacase aún más.
Ese es justo el papel que le tocó vivir a un joven de Birmingham llamado Denny Laine cuando un ya consagrado Paul McCartney le propuso formar parte de su nueva banda a principios de los 70, aquella con la que intentó sanar las aún lacerantes heridas que la traumática separación de sus colegas de Liverpool le habían dejado.
Pero este guitarrista, cantante y compositor no era un neófito. De hecho, formando parte de una de sus primeras bandas, The Diplomats, ya había podido ver muy de cerca a los Fab Four, cuando una lejana noche del 63 tuvieron la suerte de telonearlos.
Pero quiso el azar que antes de militar en la alada banda del ex Beatle, participase también  en la fundación de otra histórica formación del rock británico, The Moody Blues, con los que puede alardear de haber conseguido su primer hit, Go Now, antes de que aquellas noches de blanco satén los hiciesen inmortales.
Inquieto y aventurero, los dejó justo antes de su consagración para embarcarse en un curioso experimento, Electric String Band, mezcla de rock con un cuarteto de cuerdas que sentó un precedente poco después aprovechado por bandas como la Electric Light Orchestra.
El éxito le fue esquivo en esas postrimerías de los 60, pasando por diversas formaciones, incluida la Fuerza Aérea del excéntrico y algo desagradable Ginger Baker hasta que, al inicio de la década dorada del rock, recaló en los Wings.
McCartney ha eclipsado siempre a todos sus músicos, pero Denny consiguió mas logros que ninguno, convirtiéndose en su mano derecha y aportando a esta mítica formación no solo su habilidad guitarristica, sino también su buen gusto en los arreglos y una estupenda voz, en ocasiones solista. Y también colocando algunas de sus composiciones; buenos temas como Time to hide o Again and again and again eran de su cosecha, participando como co-autor incluso en el mítico Mull of Kintyre. Pero el ex beatle siempre fue voluble en cuanto a sus acompañantes, así que cuando ‘las alas’ se derritieron y Macca pasó a otro asunto, imaginad a quien le tocó la peor parte. Elemental, querido Denny.

martes, 19 de febrero de 2019

El caso de la rubia platino

¿Habéis soñado alguna vez que alguno de vuestros padres era ese artista al que tanto admiráis?. Sabiéndose adoptada, una joven norteamericana sí que fantaseo con ser la hija secreta de Marilyn, sin imaginar que años después ella misma se iba a convertir en otra diva al mismo nivel que la añorada Norma Jean y usando sus mismas armas: un enorme talento, rubia cabellera y un físico de infarto que enamoró a medio mundo.
La joven Deborah Harry comenzó sus andanzas por el Nueva York de finales de los sesenta alternando sus primeros escarceos artísticos con trabajos de oficina rutinarios, o incluso como bailarina o conejita de Playboy.
Pero la suerte le sonrió cuando a mediados de los setenta conoció al guitarrista Chris Stein convertido también en su pareja – y junto a él fundó Blondie, una de las bandas más relevantes de su generación. Poco después medio mundo colgaba en su habitación posters con su imagen, relevando generacionalmente a las explosivas rubias de Hollywood, porque cuando Debbie miraba a cámara parecía estar cantándote solo a ti.
Sus dos primeros trabajos - el homónimo Blondie (1976) y  Plastic Letters (1977) -  en los que practicaban un punk suave de toques cincuenteros ya anunciaban el tsunami, pero fue Parallel lines (1978), un disco encuadrado ya en la escena New Wave y lleno de hits - salvando alguna rareza kingcrimsioniana - el definitivo con el que conquistaron todas las cimas.
El explosivo Hanging on the telephone dejaba claro su carisma, y temas como Picture this o One way or another eran joyas del pop de un disco cuya creación estuvo rodeada de un pésimo ambiente, algo que en ocasiones parece favorecer el nacimiento de obras maestras.
El  tema que los elevó a los altares fue precisamente en el que renegaron de su estilo más crudo, rindiéndose al de las pistas de baile. Heart of glass dio la vuelta al mundo y puso en movimiento a varias generaciones con un ímpetu comparable a los mismísimos Bee Gees.
Alcanzar el cielo es lo que tiene, que después toca caer. Pero en el descenso siguieron haciendo historia con composiciones como Dreaming o Call me.
Debbie demostró elegancia permaneciendo al lado de su pareja durante una larga enfermedad pero, una vez curado, pasó pagina, se divorció e inició su carrera musical y cinematográfica en solitario, no tan exitosa pero muy digna.
María, a final del siglo XX, marcó el retorno con la banda y su última entrada en listas. Hoy por hoy su voz y su cuerpo no son los mismos, pero la rubia platino aun pisa escenarios con cierto garbo. Afortunadamente no imitó en todo a su heroína de infancia.

martes, 12 de febrero de 2019

Un tren en movimiento

Que rectificar es de sabios es algo de lo que nadie debería olvidarse, y mucho menos los políticos que rigen nuestros destinos, que demuestran una y otra vez que son capaces de llevarnos a situaciones desagradables con tal de insistir todos en su cabezonería.
Nada más sano que recoger cable a tiempo y este fue el caso del ya veterano Elton John, alguien que lo fue todo en los 70 y que, a base de publicar discos insulsos en parte de los 80 y 90, casi logra auto sepultar una trayectoria cautivadora en sus quince primeros años de actividad.
Enamoró a medio mundo con Your song y, disco a disco, fue dejando un reguero de éxitos combinados con calidad sin parangón. Desde su admiración por lo americano en Tumbleweed Connection, el brillante Honky Château, el autobiográfico Captain Fantastic, pasando por la maravilla multicolor de Goodbye Yellow Brick Road o su ultimo gran disco de los ochenta, Too low for zero, Elton pareció encarar esa década con energía. Pero fue registrando trabajos cada vez más indolentes y entrando en una espiral de conformismo musical tan alarmante como decepcionante para los que creíamos en el genio de ese pequeño portador de sombreros estrafalarios y gafas extravagantes.
Acercándose el nuevo milenio, quizás espoleado por sus giras con otro grande, Billy Joel, y su inesperado éxito con la BSO de El Rey león, tuvo que ser un trabajo del entonces joven promesa Ryan Adams, Heartbreaker, el que lo instigó a retornar a sus raíces, pariendo uno de sus trabajos más estimables.
En Songs from the west coast (2001) retornaba, sobre todo, al piano acústico. Pero también volvía a contar con viejos conocidos, como Paul Buckmaster en los arreglos, o su clásico y enguantado batería Nigel Olsson. Y de esta forma compuso, con la ayuda en la lírica de su alter ego Bernie Taupin, un manojo de canciones que merecerían formar parte de cualquiera de sus viejos vinilos. Destacaba la beatelesca I want love, con su mágica progresión de acordes, pero también había lugar para la indignación en American Triangle, homenaje a un homosexual cruelmente asesinado, o la crítica a la falta de apoyo en la lucha contra el SIDA de ciertos gobiernos norteamericanos en Ballad of the boy in the red shoes. Pero si algún tema de ese disco me emociona hasta el atisbo de lagrimilla, esa es la conmovedora This train don´t stop there anymore que cierra el disco.
La vida, la de Elton y la nuestra, es como un tren en movimiento que no vuelve a parar nunca más en la misma estación, así que aprovechemos cada minuto, y no malgastemos nuestro tiempo en estériles discusiones

martes, 5 de febrero de 2019

Culpable de éxito


Desgraciadamente el bullyng siempre está de actualidad, pero algunos artistas sufren esta lamentable práctica no en su etapa escolar sino justo durante su vida profesional, siendo objeto de chanzas y burlas que se catalogarían como acoso en el caso de suceder dentro de un aula. Uno de ellos ha sido, desde hace décadas, el cantante y batería Phil Collins. Las bromas han llegado a tanto que hace poco un graciosillo lanzó un crowdfunding en change.org solicitando ayuda para lograr que Phil no editase un nuevo disco. Nunca hay que perder de vista la comedia, y supongo que a Collins – caso de enterarse – le sacaría una sonrisa, pero creo que hay mucho de postureo en los que, por definición y prácticamente desconociéndolo todo sobre la carrera del calvo británico y universal, se dedican a despedazarlo sin contemplaciones.
El tito Phil – así le llamamos los que lo apreciamos en lo que vale – tuvo aptitudes artísticas desde jovencito. En su niñez participó en el musical Oliver e hizo su primer protagonista en la película juvenil Calamity the cow. Su interés por la percusión se le despertó temprano, fundando sus primeras bandas en la adolescencia, formaciones como The Real Thing, Freehold o Hickory, esta última reconvertida en Flaming Youth, con la que en el 68 grabó la obra conceptual Ark 2, antes incluso de que la banda que lo encumbró, Genesis, diesen su primer paso discográfico. Y ya entonces cantaba y componía a un nivel bastante aceptable.
Tras su entrada en Genesis se transformó en pieza clave de una de las formaciones más mágicas de la historia, aportando no solo su virtuosismo tras los tambores sino sus habilidades vocales: For absent friends, una gema de Nursery Cryme (1971), lleva ya su voz. Tras la marcha de Peter Gabriel, aceptó el reto del relevo al micrófono, grabando maravillas como A trick of the tail o Wind and wuthering, que cualquier ‘genesiano’ de pro tiene en la más alta estima. Se le achacó la deriva comercial de la banda, pero los que conocemos la historia sabemos que hubo quizás más empeño por parte sus otros dos socios, Banks y Rutherford. En su carrera en solitario enlazó un hit tras otro, con melodías que todos hemos bailado o tarareado en alguna ocasión. ¿Qué vendió mucho?  ¡Señoría, culpable por hacer canciones de éxito!. Hasta en el mundo del jazz realizó serias incursiones como su proyecto Brand X o la Phil Collins Big Band.
Despreciar el talento y hablar sobre lo que se desconoce es un deporte muy extendido que abunda en nuestro país, pero el acoso y derribo hacia Collins me demuestra que la ignorancia tiene carácter universal.