martes, 9 de abril de 2019

Tripartito pop


Las diferencias a tres bandas surgen en la mejores familias, no solo en los tripartitos políticos tan frecuentes últimamente. No hay más que rememorar a los tres hermanos Gibb.

Pocos se acordarán, pero los de leonina melena, pecho al descubierto y pantalones ‘apretaos’ hasta el colapso respiratorio, llegaron a separarse cuando aún no habían provocado una de las mayores epidemias del mundo moderno, esa fiebre que, inexplicablemente, aparecía los sábados por la noche.

Y es que cuando les llegó la celebridad, Barry, Robin y Maurice llevaban quince años pateándose el mundo con sus canciones, melosas y románticas casi siempre, pero con interesantes incursiones en el pop psicodélico.

La primera oportunidad llegó en su Australia de adopción, volviendo a la pérfida Albión con experiencia para grabar interesantes obras como First, Horizontal, Idea y Odessa.
A mitad de los 70, espoleados por Arif Mardin, productor apegado al soul, se mudan al 461 Ocean Boulevard de Miami –su amigo Clapton les pasó el numero del casero – y allí, dejándose broncear por el sol sureño, comenzaron a forjar su leyenda como amos de las discotecas.

El plato principal – Main Course  se llamó el disco del cambio – lo sirvieron calentito y con sustanciales novedades. La incorporación del teclista Blue Weaver imprimió personalidad a su sonido, haciéndose más funk y galáctico. Y, de repente, Barry descubrió que era el poseedor del falsete más personal de la historia del pop. No hay más que escuchar la inicial Nights of Broadway para comprobarlo.

¿Y por qué andar siempre penando por amores perdidos si podían incitar a mover el esqueleto hasta el descoyunte colectivo?. Su célebre Jive Talking no engañó a ningún hermano del black power, pero su música les hizo llegar al número uno.

Y sin desatender al mercado caucásico, gotitas de country en Come on over, baladas como Country Lanes o Baby as you turn away  y pop más tradicional, con joyas como Fanny (be tender with my love) o Edge of the universe, que se instalaron en su repertorio de por vida.

Los vientos del cambio explotaron un poco después de la mano del bailón Travolta, en el último repunte de un estilo próximo a su extinción, pero que colocó a los Bee Gees en primera línea, llevándose los honores.

Poco quedaba de esos tres jóvenes de prominentes paletas que aparcaron sus diferencias en pos de la consecución del éxito para transformarse en reyes de la pista. Después los fue marcando la tragedia – hay canciones premonitorias – pero sus melodías de esa época me siguen emocionando como el primer día. Hay tripartitos muy bien aprovechados.


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