martes, 16 de febrero de 2021

Uno de los nuestros


No soy un fulano con la lágrima fácil, parafraseando al más famoso pirata de Úbeda, pero hace unos días se me encogió un poquito el alma cuando un buen amigo y gran melómano, Carlos Romeo, dejó un escueto pero contundente mensaje en mi whatsapp: “Ha fallecido Chick Corea”. Tendí a pensar, dados los tiempos que corren, que se trataba del bulo del día en un mundo tan asquerosamente falso que parece que no salgamos del 28 de diciembre en todo el año.

Pero se confirmó la triste noticia y no pude por menos que, desde mi sofá y mientras hacía como que veía algo en la tele, recordar como ese pequeño gran hombre, que comparte nombre con mi hermano Armando, había marcado mi vida desde la adolescencia. Casi gasté de tanto pincharlo My Spanish Heart, su particular homenaje a una música –el flamenco- que le cautivó desde su descubrimiento. Sus obras de los setenta, más cercanas al rock – Romantic Warrior, The Mad Hatter, No Mystery, etc -, me animaron a profundizar en una música a la que cuesta llegar pero de la que es imposible salir. Y entonces descubrí al Corea poliédrico, ese pianista que no dudaba en atacar el más puro bop parkeriano, adentrarse en experimentos free, interpretar a Mozart o juntarse con el mejor guitarrista flamenco de la historia para hacer música celestial, con tanto swing como duende.

Recuerdo mis nervios en la segunda o tercera fila del Teatro Cervantes en 1990, esperando a verlo en directo por primera vez con su contundente Elektric Band. O, años después, un reencuentro en otro lugar mítico, Mendizorroza (Vitoria), lugar soñado para los aficionados, en la presentación de su proyecto Touchstone con nuestro querido Jorge Pardo. Lo que no imaginé en julio de 2019 es que el coso taurino de mi tierra iba a ser el último escenario donde yo pudiese presenciar su magia a los teclados.

Como me ocurrió en su día con Bowie –que diferentes, pero que similares-, siento una tremenda ausencia en el arte desde que se ha marchado. Me consta que se estaba gestando su candidatura al Princesa de Asturias. ¿Podía alguien merecerlo más que aquel que, sin ser español, ha interpretado tantas veces por todo el mundo un tema llamado Spain?


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