martes, 4 de junio de 2019

Tiempos de con-fusión

Los ortodoxos, en general, no traen nada bueno. En la religión son los más intransigentes y en la política ya vemos en lo que desemboca eso de la pureza de las razas. En la música, aún sin ser tan peligrosos, nunca me han parecido recomendables. Y no debieron pasarlo nada bien los defensores de la integridad estilística a inicios de los setenta del pasado siglo. El rock movía el mundo, grandes estadios, sonido atronador, guitarras eléctricas a tope de distorsión y los primeros sintetizadores. Por si eso fuera poco, sumémosle fama, dinero, drogas y sexo. Un reclamo sumamente potente para algunos músicos que, aun siendo muy jóvenes, se habían curtido en el jazz.
Entre seguir acompañando a veteranas glorias en pequeños clubs o subirse al carro de la modernidad, la electrónica y, porque no decirlo, las limusinas y hoteles de lujo, no dudaron demasiado.
Miles Davis, viejo zorro ya en esa época, les enseñó casi todo poco antes, pero cuando se emanciparon comenzaron a cambiar la historia de jazz. 
El primero que se electrificó fue el británico John McLauglin. Iluminado, como tantos otros en esa época, por el hinduismo y re-bautizado Mahavishnu, llamo así a su banda con la que asombró a propios y extraños con una mezcla de casi hard rock con virtuosismo jazzístico y algo de psicodelia oriental. 
Otros dos aventajados de la vanguardia, Joe Zawinul y Wayne Shorter, emprendieron otro de los proyectos clave en la fusión, con un nombre que suena a final de telediario: Weather Report. Juntos facturaron una discografía impresionante, donde los envolventes y orquestales teclados del primero y el electrizante saxo del segundo llevaban la batuta.
Chick Corea fue quizás el más tardío, pero el más mediático. Con una increíble versatilidad, comenzó dándole a lo latino – lo llevaba en la sangre – y brasileño, pero cuando subió el volumen, sus Return to Forever eléctricos eran capaces de levantarte del asiento. Difícil encontrar en esta música alguien tan versátil como Chick, en cuya discografía encuentras fusión con el rock, vanguardia rayana en el free, aires flamencos, latin-jazz, coqueteos con el progresivo, standards clásicos, improvisaciones a piano solo, dúos con vibrafonistas o cantantes y hasta interpretaciones de Mozart. Nada se le resiste al payo Corea, de quien en breve hablaré más largo y tendido.
Herbie Hancock sería la pata que falta para completar este banco de las mezcolanzas musicales, y es imposible hacerse una idea de lo que es la mixtura del jazz con el rock sin haberles escuchado ¿Todavía no lo habéis hecho? Absténganse los puristas. 

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