martes, 15 de enero de 2019

Lo opuesto


No sé si recordareis aquel capítulo de la mejor sitcom de todos los tiempos, Seinfeld, en el que George Constanza, el sempiterno amigo del protagonista decidía, para que su vida cambiase, que iba a hacer siempre lo opuesto a lo que la lógica le dictase. ‘Evitaré cualquier llamada al sentido común o al razonamiento que pueda tentarme’ - declaraba George.
Pues la carrera de David Bowie está plagada de momentos así. Ocasiones en las que podía haber decidido continuar con el estilo de música que le estaba proporcionando éxito y, por contra, se lanzaba a una nueva piscina, una nueva aventura de inciertas consecuencias.
En poco más de una década, desde sus inicios como mod, pasó por el folk – su disco Space Oddity es un buen ejemplo -, reinó en el glam – con Ziggy como dueño y señor - , picoteó en el 'philadelphia sound', se zambulló en el krautrock berlinés con su amigo Eno, y acabó los setenta con el semi-experimental Scary Monsters. Y cuando la disco-music empezaba a decaer él, nuevamente, hizo lo opuesto a la lógica. Se asoció con Nile Rodgers, el líder de Chic y gurú del estilo, y consiguió que todo el mundo bailase al son que él había resuelto tocar.
Pero también, contraviniendo las normas estilísticas, incluyó la guitarra de un rudo tejano llamado Steve Ray Vaughan, que salpicó toda la grabación con unos inconmensurables solos de blues que han quedado para la historia.
El Modern love con el que comenzaba el disco dejaba claro que el de los ojos bicolor nos invitaba a movernos. Echando un mano de un tema co-escrito con su compinche Iggy Pop, rescató China Girl para hacerla ya eterna. Y el Let´s dance que daba título a su nuevo trabajo era toda una declaración de intenciones de lo que el nuevo Bowie ofrecía a la recién estrenada década de los ochenta, transformándose en uno de sus temas más fácilmente reconocibles desde entonces.
En sus trabajos siempre había sitio para lo extraño, como Ricochet, o para alguna versión, en este caso la de unos desconocidos Metro, de los que rescató la intensa Criminal World. Hasta tuvo incluso la desfachatez de versionarse a sí mismo con la revisión de Cat People, un tema poco antes realizado ‘a la limón’ con Moroder para un clásico del terror de los ochenta: El beso de la pantera.
Bailemos hizo rico a Bowie, que hasta ese momento había dejado escapar mucho dinero entre sus dedos – que aparecía en los bolsillos de su manager – por lo que no le salió mal la jugada y dejó claro que, en ocasiones, lo mejor que podemos hacer es pensar en cuál es la mejor opción y seguidamente hacer lo opuesto

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