martes, 11 de diciembre de 2018

Dejadme que os entretenga


Se apagaron las luces y comenzaron a revivir en la pantalla canciones e historias sobre cuatro tipos que marcaron mi adolescencia, y ya sabéis lo que afecta todo en esas edades de atolondramiento, acné y primeros amores. Mientras Freddie despertaba en la mañana del día en que asombraría al mundo en Wembley, yo recordaba una madrugada del 80 en la me vi obligado a escuchar a escondidas un disco de equivoco nombre. El motivo de esa clandestinidad era un castigo paterno que supo acertar donde más me dolía, una privación temporal de la música. Esperé a que toda la familia durmiese y entonces, con alevosía y nocturnidad, la electrizante voz de Mercury entonó para mí los cánticos a Alá de aquel exótico Mustapha. Una broma musical que actualmente, tal y como está el patio, podría haberle costado un disgusto. Así pues, Jazz fue mi bautizo con La Reina
Ahora, a casi cuarenta años de ese momento, vuelven a la palestra gracias al polémico ‘biopic’ Bohemian Rhapsody, un film muy recomendable como producto cinematográfico y una gozada a nivel musical, con detalles muy cuidados en ese aspecto. Su punto flaco, quizás, el repaso algo deslavazado a los acontecimientos más relevantes de esta banda legendaria, centrándose demasiado en su miembro más carismático, controvertido y, lo más importante, mas muerto.  Soy de los que opinan que el genio de voz cristalina, poses provocadoras y alma de cabaretera nunca fue su líder absoluto; para mi Queen se alimentó siempre de cuatro diferentes personalidades al servicio de una de las factorías más sobresalientes y extravagantes de la historia del rock.
Con ese disco, decía, comenzó mi idilio con ellos, quizás por acoger muy diferentes estilos en un solo vinilo. Maravillosas baladas como Jealousy o In only seven days, rock contundente en If you can´t beat them o la metalera Dead on time, acercamientos tempranos al funky-disco con Fun it y divertimentos atrevidos en Fat bottomed girls o la simpática Bicycle Race, con esas señoritas en topless que ahora no pasarían la censura de la policía de lo correcto. Nunca imaginé entonces que la energética Don´t stop me now pudiese formar parte de una reciente campaña política en nuestro país. Y al final, aunque ellos lo negasen, sí que sonaba un poquito de jazz en la deliciosa Dreamer´s ball, que alberga estructuras y sonidos que cabalgan entre el blues y el swing manouche.
Cuando la película finalizaba me emocionó ver a mis héroes saludando a la multitud en el famoso Live Aid. Y pensé que, como Freddie cantaba en los directos de esa época, lo único que deseaban aquellos cuatro fantásticos era entretenernos

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