Que hay discos que te marcan es algo que no tiene que
contarme nadie porque mi vida está llena de ellos. Pero me encanta encontrar
por el camino a compañeros que te cuentan la historia de esa grabación que le
cambió la vida. Y la de Fernando Rubio está claro que dio un giro cuando
escuchó aquel triple vinilo llamado ‘The
last waltz’, donde una de las bandas más míticas de la música americana, ‘The Band’, decían adiós a una carrera
corta pero tan intensa como solo el rock puede proporcionarte. Pero Fernando no
estaba en el sur de los EEUU, sino en el de nuestro país y muy cerca de aquí, en una ciudad también llena de historia:
Cartagena.
El azar hizo que hace casi dos años nos conociésemos en un
escenario muy alejado de nuestros calores sureños, en la burgalesa localidad de
Frías. Y allí, oh casualidad, participábamos en un festival que conmemoraba los
cuarenta años de ese mítico concierto, ese último vals donde se dieron cita
algunos de sus referentes musicales: Dylan,
Neil Young, Clapton o Van Morrison.
Prácticamente unos minutos después de cruzar unas palabras nos subimos a ese escenario para calentar motores con la banda a la que ambos pertenecemos, Bantastic Fand.
Por eso es para mí tan especial que este gran guitarrista, compositor, cantante y arreglista, presente su segundo trabajo en solitario que, en mi opinión, es el que va a hacer que se le empiece a considerar como merece.
Y es que pocas veces se sienta uno a escuchar un disco en el que el resultado final sea tan superior a los medios con los que ha contado para su realización. Sonido impecable, arreglos preciosistas y variados, unos músicos – casi todos de su tierra – dándole un soporte fabuloso en cada una de las composiciones. Y mucho trabajo y corazón, claro.
Prácticamente unos minutos después de cruzar unas palabras nos subimos a ese escenario para calentar motores con la banda a la que ambos pertenecemos, Bantastic Fand.
Por eso es para mí tan especial que este gran guitarrista, compositor, cantante y arreglista, presente su segundo trabajo en solitario que, en mi opinión, es el que va a hacer que se le empiece a considerar como merece.
Y es que pocas veces se sienta uno a escuchar un disco en el que el resultado final sea tan superior a los medios con los que ha contado para su realización. Sonido impecable, arreglos preciosistas y variados, unos músicos – casi todos de su tierra – dándole un soporte fabuloso en cada una de las composiciones. Y mucho trabajo y corazón, claro.
La mano “bantastica” ha sido larga y prácticamente toda la
banda participa en mayor o menor medida, pero también otros colegas de Rubio
que lucen al mismo nivel. Escuchareis ecos de Dylan o Young, pero
también de los de Liverpool, sobre todo Harrison,
incluso del Petty más británico o de
bandas como The Cars, con temas que
rozan el power pop, aunque prima el ‘americana’,
con gotitas de blues y soul. Alterna temas que evocan al sol de invierno o la
contemplación de las perseidas en una noche de verano, con otros más enérgicos
en los que recuerda a viejos amigos que lo daban todo en el escenario o evoca a
sus demonios más internos. Pero su filosofía podría resumirse en el que da título
a su trabajo: no importa lo que hay detrás de cada artista si su canción te
llega al alma, aunque para ello se ayude solo de una guitarra china barata.
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