martes, 2 de marzo de 2021

El descubrimiento de la luz eléctrica



Hay descubrimientos que se producen sin avisar y casi por casualidad, y el álbum Discovery de la Electric Light Orchestra tiene mucho que ver con esto.

Su líder, Jeff Lynne, descubrió y disfrutó la música de baile en esa época, a finales de los setenta. También tuvo la revelación, como antes los Beatles, de no necesitar actuar en directo para pasarlo bien. Y, para desgracia de su violinista y dos violonchelistas, también se encontró con opciones orquestales diversas que le permitieron mandarlos a la cola del paro.

Por mi parte, gracias a todos esos hallazgos ajenos, me sumergí en la música de una banda que ocuparía muchas horas en mi adolescencia, dándome enormes satisfacciones. Disfruté mil y una veces de los bailones temas de ese trabajo, como su inicial single Shine a Little Love, que me aprendí de memoria de tanto pincharlo, aquel Last Train to London que hoy en día sigue sonando en todas las emisoras, así como la pegadiza y algo simplona Confusion, con la que no termino de reconciliarme.

Pero también descubrí la mejor forma de conseguir la cercanía del sexo opuesto –con consentimiento expreso, por supuesto, no sea la retroactividad de la Ley Montero llegue hasta la EGB- con dos de mis baladas favoritas, Need her love y Midnight Blue, que me permitieron reducir al mínimo el espacio entre chico-chica en esos años de guateques en garajes.

Pero no todo ese disco estuvo enfocado a las pistas de baile –lentas o rápidas- porque en él hay espacio para temas algo estrafalarios, como The Diary of Horace Wimp, o joyitas ocultas como On The Run o Wishing. Y lo terminaron con un riff rocanrolero marca de la casa ‘eléctrica’, Don´t Bring Me Down, capaz de derribar a cualquiera a pesar de cantar lo contrario.

Muchos años después me enteré de que el título de aquel mítico disco en realidad provenía de la combinación de dos palabras con las que su teclista, Richard Tandy, describía el ambiente general de la grabación, realizada en el cuartel general alemán del mayor discotequero de la historia: Giorgio Moroder. Todo aquello era ‘very disco’, y acabaron dándole la vuelta. ¡¡¡Menudo descubrimiento, ¿no?!!!


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