Me paso la vida recordando a músicos
de todas partes del mundo y a veces esos árboles me impiden ver el bosque de
los más cercanos. En Almería tenemos grandes artistas y no todos se apellidan
Escobar o Bisbal, ni aparecen en recientes programas de la televisión. Hace algunos
años tres jóvenes llamados Manolo, Pilar
y Polo, con unos pocos escarceos cantores previos, decidieron formar una de
las bandas más originales e interesantes que ha dado nuestra tierra: Salteños. Su propuesta era sencilla y,
a la vez, complicada: darnos a conocer el folklore latinoamericano en años en
los que no resultaba fácil descubrir esa música, y aún más complejo aprenderla
e interpretarla con instrumentos originales como la quena, el siku, el charango
o el bombo legüero.
Contaron con la importante baza
de su talento, tanto instrumental como realizando unos juegos de voces tan
perfectos que superaban a sus inspiradores, bandas como Illapu o Inti-Illimani.
Me contaba no hace mucho Manolo Salas
que, tras escucharlos, algunos oriundos de esas tierras se les acercaban a
preguntar de qué parte de Latinoamérica provenían.
Para la historia quedan Contracorriente (1991) y Desde el sur (1993) con las melodías que
en los ochenta les escuchábamos en directo, como el alegre Candombe para José, la pícara El
cascabel, con sus dobles sentidos o el impresionante alarde ‘a capela’ en Estrella de luna nueva. Incluso nos
descubrieron, con El día de los grones,
a un joven Fito Páez. Y nunca faltó
en sus recitales la emocionante interpretación que Pilar Barceló realizaba de la mítica y triste Alfonsina y el mar.
Continúan en la actualidad dirigidos
por uno de sus fundadores, pero permitid que mi corazoncito rememore aquellos Salteños con los que disfruté algunas
noches en su propio rincón, mientras soñaba (sin desear ningún mal a su
estupendo pianista Leo Filloy) con poder
subirme algún día al escenario con ellos. En estos tiempos de tanta impostura y
autotune, reivindico su vigencia como
ejemplo, porque para hacer buena música es indispensable saber cantar o tocar
bien un instrumento. Ni más ni menos.
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