No hace mucho tiempo un sujeto, que se autodenomina músico,
opinaba en los medios de comunicación que el playback era la mejor solución para mostrar un trabajo discográfico.
Su argumentación reside, atentos a la sandez, en que es mucha la inversión de
una grabación para después sonar fatal haciendo un directo. No ha tenido en
cuenta este payaso que si un músico lo es de verdad, suena bien en un escenario
hasta tocando una botella de anís del mono. La música nació para ser
interpretada en directo, frente a ese respetable que es quien mantiene el arte.
Lo de este gañan es una estafa equiparable a la de esos políticos que dormitan o
juegan al Candy Crush en el congreso: Mala gente. Vividores.
Todo esto viene al caso, por contraposición, para hablaros
de músicos con mayúsculas. Como la nonagenaria Sheila Jordan, que ya en los 50 se codeaba con Charlie Parker y el otro día se plantaba en el escenario de Clasijazz, solo con su voz y Cameron Brown al contrabajo, ambos más
que suficientes para llenar esa sala y para colmar el alma de cualquiera con
sensibilidad.
Se abría así el Ciclo Internacional de Jazz de Otoño, organizado por esta asociación de nuestra ciudad, que suple un poco la ausencia de un festival de jazz que murió hace un par de años por falta de apoyo de nuestras instituciones. Cosa que no ha ocurrido – y lo digo con sana envidia – en nuestras vecinas Málaga y Granada, por ejemplo.
Se abría así el Ciclo Internacional de Jazz de Otoño, organizado por esta asociación de nuestra ciudad, que suple un poco la ausencia de un festival de jazz que murió hace un par de años por falta de apoyo de nuestras instituciones. Cosa que no ha ocurrido – y lo digo con sana envidia – en nuestras vecinas Málaga y Granada, por ejemplo.
Y de la veteranía de la cantante norteamericana viajamos a
la juventud de su compatriota George
Burton, pianista que justo anoche desgranó también allí su propuesta post
hard bop y experimental. Un quinteto neoyorquino de enorme calidad que
presentaba su interesante disco The Truth
Of What I Am.
Y esta noche, para finalizar el ciclo, el pianista alemán Pablo Held, aterrizará con una
propuesta más intimista, en formación de trío y con el apoyo del gran Jorge Rossi al vibráfono.
Todos ellos son músicos de carne y hueso que se dejan la
piel en los escenarios del mundo y la vida en los aeropuertos con el loable objetivo
de compartir EN DIRECTO su música con nosotros. En este caso es jazz, pero
otras también puede ser clásica, pop o rock. Da lo mismo. La autenticidad
reside en el trabajo y la pasión que le ponen al mostrar sus propuestas.
Por cierto, el sujeto al que hago referencia al inicio – me
niego a nombrarlo, evitando así que su nombre manche este texto junto al de los
verdaderos y grandes músicos que si cito - recaló por nuestra ciudad hace unos días
con su esperpéntica banda dentro de, esta vez sí, la programación cultural
oficial de nuestro ayuntamiento. ¿No es terrorífico?
No hay comentarios:
Publicar un comentario